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El alpinista

El alpinista

Un día llegó un anciano y le dijo a su discípulo, para poder curar a todo el pueblo es necesario que vayas y escales la montaña ya que ahí está la flor que necesito para hacer el ungüento. El joven, discípulo tomó sus cosas y comenzó a escalar la montaña, al llegar a la mitad, sintió mucho cansancio y pensó que ya no podría llegar a su cometido. Entonces se desilusionó y comenzó a dolerle todo el cuerpo. Fue que una pierna le preguntó al alpinista, por qué permites que yo te duela, cuando yo no quiero lastimarte, son tus ideas y tus pensamientos los que están provocando que mi compañera y yo sintamos el dolor y la presión. Entonces los pensamientos contestaron al sentirse atacados por la pierna: - Tú no puedes cuestionar lo que yo le pongo en imágenes al alpinista, no sabes el trabajo que cuesta pensar, imaginar y colocarle la imagen de todo lo que le puede pasar. La pierna se acomodó bien en una piedra para tomar fuerza y contestar: En eso tienes razón. Pero dime que imagen es peor, la de esperar que la cuerda se rompa por el peso del cuerpo o que entre tus imágenes le pongas que cada vez que nosotras, los brazos y las manos nos movemos estamos más cerca de sobrevivir y llegar a la meta o dejarnos caer y morir. Los pensamientos por un momento dudaron, pero al final, pusieron al alpinista la imagen de que cada vez que avanzaba un niño más del pueblo estaría sano. Fue así como nuestro amigo el alpinista decidió que hacer. Darse la oportunidad de ser él mismo y alcanzar su meta no por que sería aclamado por un pueblo sino por que al final el logro es sólo suyo.

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